domingo, 24 de noviembre de 2013

Estrenos Veraniegos (III)

Última entrada de mis escasos pero intensos estrenos veraniegos. En esta recta final estival ya casi sólo estrenaba en Madrid, los viernes en el Club Runa, al sur de la ciudad, que estaba resultando cita casi obligada debido a que cuando venía de visita era sobretodo en fin de semana y no me pillaba demasiado lejos. Cabe recordar que hasta otoño no me he terminado de instalar en la capital.



Este diseño es de los que siempre han llamado mi atención: juego futurista, de temática raruna, poco conocido, poco distribuido, que apunta maneras en cuanto a profundidad e interacción, y que amenaza con ser un gran descubrimiento si resulta funcionar bien. Además, este en concreto prometía mucho (quizá demasiado) porque en todas las reseñas y opiniones que leí lo comparaban con esa bomba llamada Imperial, del genio Mac Gerdts, agregando además que era muy interactivo, muy profundo, que generaba mal rollo, y que costaba mucho vislumbrar en las primeras partidas qué hacer. La expectativa fue colosal.

Desgraciadamente, esas expectativas no se cumplieron. Y mira que tiene mecánicas atractivas y sugerentes. En él, somos países que compiten por la explotación de los recursos en el círculo polar ártico, en un marco político ambiguo en el que las leyes van cambiando cada cierto tiempo, y en las que podemos influir con nuestras acciones. La mecánica principal es la colocación de trabajadores, así como el combate posterior para determinar quién controla cada sector del tablero. Al final de la ronda, los que han sobrevivido, producen recursos en función de las plataformas petrolíferas que siguen en pie, y esos recursos son inmediatamente cambiados por dinero o por puntos de victoria.

El juego tiene aspecto de ser muy interactivo y bastante político, pero durante la partida nos dimos cuenta de que en esencia era un abstracto enmascarado de temático por el tema de los conflictos, y que en esencia se trataba de ser el primero en el orden de turno para poder hacer las acciones más apetecibles. No nos entusiasmó a ninguno de los presentes, y de hecho creo recordar que ni terminamos la partida. Cierto es que no se vislumbraba cuáles eran las mejores estrategias a seguir, pero en absoluto se parecía a Imperial como decían, pues en éste aunque no se sabe lo que hacer al principio, sí que intuyes un potencial devastador, lleno de posibilidades e ideas que te empujan a querer repetir experiencia.

Una triste decepción este 2019. Quizá por eso juegos como este son tan poco distribuidos y conocidos. Quizá porque no funcionan bien. Aunque sigo sin entender las excelentes valoraciones que leí por ahí. ¿Acaso jugamos mal y por eso no vimos sus virtudes? Yo creo que no...



2) KEMET:
Llevaba siguiendo este juego desde Essen 2012, en donde se presentó y no se volvió a saber de él, pues la publicación europea tuvo que esperar a primeros de este año. Lo comparaban con Cyclades, aunque yo no tenía claro si era por ser de la misma editorial y por tener el mismo tipo de criaturas de plástico o por realmente tener mecánicas parecidas. Me leí las reglas por encima y vi un par de videos más, y no logré ver el parecido. Sí quizá en cuanto a duración, nivel de profundidad y cosas así. Pero ni siquiera en sensaciones. Lo compré compulsivamente, en consecuencia.

Después, empezó a oírse hablar de él negativamente y varias voces cibernéticas lo acusaron de ser infumable, que te dejaba cara de tonto; una basura, vamos. Me preocupó este tipo de opiniones, e incluso no desprecinté el juego por si acaso. Empezó a vérsele en los mercadillos. 

Después, en las CLBSK 2013, varios conocidos lo estrenaron al máximo número de jugadores, y el entusiasmo parecía generalizado, cuando les pregunté por separado. A esas alturas ya no entendía nada. El misterio se resolvió (al menos para mí) cuando nos le enseñó Peter Parker en el Club Runa.

Sin entusiasmarme sobremanera (porque me iba fatal en esa partida, ya que no me habían quedado algunas reglas claras y quedé muy atrás), el juego se me presentó como una pequeña maravilla del tipo que me gustan actualmente (y siempre, en realidad): un juego sencillo de reglas, profundo en opciones, tremendamente interactivo (con combates casi desde el principio) y con una rejugabilidad aparentemente extensa. Básicamente, se trata de un sistema de control de áreas (que dan puntos en cada ronda), en el que tienes varios ejércitos, que van desarrollando sus habilidades a través de numerosas losetas de habilidad disponibles para todos desde el principio, y que se van moviendo por el tablero, ocupando edificios y zonas, que proporcionan puntos y recursos. Los combates combinan las tropas usadas para el asalto, losetas con bonus públicos que posee cada uno, y cartas de modificadores que son secretas y que se agregan bocabajo a la hora de resolver el combate, depositándose de una a una en plan faroleo entre ambos contendientes. El juego acaba cuando alguien llega a un número de puntos de victoria predeterminados.

Tras probar este juego me dije a mí mismo que aún desconocía muchos de los entresijos e idiosincrasias de esta afición tan peculiar. Me recordó la experiencia a aquella ocasión en la que haciendo caso a pies juntillas a mucha valoraciones de Filmaffinity, me gasté unos importantes euros en ver cierta basura de película que la inmensa mayoría calificaba por encima de 7 (este número separa para mí lo mediocre de lo decente, independientemente de la manifestación artística de que se trate). Llegué a la conclusión (ya tenía que haber llegado a ella hace mucho tiempo, lo sé) de que, por mucho que se insista en que algo es una mierda, has de comprobarlo por ti mismo. Lo mismo vale para lo contrario: si una cosa es una maravilla, compruébalo primero (a ser posible sin soltar pasta) para ver si se adapta a tus gustos. Esto que parece una obviedad, en ocasiones me ha confundido, y la experiencia no puede por menos que forzarme a eliminar mis prejuicios y valorar cada opinión en su justa medida.

En conclusión, un juegaco (para mí y para otros muchos). Rejugable, relativamente sencillo de reglas, muy interactivo, con algo de azar (en las cartas), emocionante. Uno de los que tardan en irse, si es que se van. Como Cyclades, vaya.



Los juegos de dados siempre me han llamado la atención, y este captó la mía desde un principio, aunque me resultaba un poco caro para lo que suponía (un juego sencillo, de duración media, quizá tan sólo entretenido). Después, una tienda online española lo puso en oferta y lo incluí en un pedido compartido.

Resultó ser lo que prometía. 

En él, somos seres del averno con la misión de destruir entre todos las ciudades que se nos van poniendo a tiro (sobretodo sus torres, cuya destrucción nos da prestigio y nos permite evolucionar), con objeto de llevarnos las losetas de esas ciudades ya que dan puntos al final del juego. La manera de participar en la destrucción es designando un dado (de los tres que en principio se tiran, en tu turno) a una de las ciudades o torres. Cuando una de las ciudades ha alcanzado el número de minions necesario para someterla al caos absoluto, se miran las mayorías y se lleva la loseta el que más minions haya dedicado a esa azaña (el que esté en segundo lugar, o los que empaten, se llevan puntos también en base a unas reglas).

Las torres que vas destruyendo se pueden canjear para obtener subidas de nivel que te permiten tirar más dados al principio de tu turno. Y el juego se acaba cuando alguien llega a un determinado número de puntos de victoria (según el número de jugadores) y así lo manifiesta verbalmente, lo cual puede resultar algo abrupto si no llevas la cuenta aproximada de lo que se está repartiendo.

Sin ser mal juego en absoluto, su extrema sencillez en mecánicas y su duración, lo convierten en un juego meramente entretenido, que puede funcionar bien con gente poco jugona o que no busque gran profundidad, pero que no merece quedarse con aficionados con amplias colecciones o que busquen un diseño medio más brillante y original. Es familiar, por tanto, aunque difícil será sacarlo con la familia con una temática así. Comprometido futuro le espera a este juego.



Y este ha sido para mí el descubrimiento del verano. Un juego que aúna características muy importantes: interacción brutal, relativa originalidad, sencillez de reglas, muy divertido y emocionante, temática steampunk (a ver si se pone de moda; hay que ver el bien que ha hecho a este mundo el videojuego Bioshock). Es de esos cuya simpleza juega a su favor en lugar de relegarlo a una calificación de juego menor.

En él, al principio del juego, los cuatro jugadores (porque funciona mejor a 4) van ocupando las regiones del tablero poniendo una figura de su color, uno tras otro, hasta que finalmente queda ocupado todo el tablero. A partir de ahí, comienza el juego, y en cada turno, tras producir los recursos que cada región es capaz de producir, tras construir cada jugador lo que pueda o quiera construir (armas, vehículos, puentes, etc), y tras una fase de comercio en el que se pueden intercambiar recursos con los demás y una fase de transporte (donde se pueden mover armas, vehículos y demás), se llega al núcleo del juego que es los combates. En esta fase, cada jugador en orden de turno tiene derecho a un par de ataques victoriosos, consistentes en decidir qué región ataca, sumarle los puntos de fuerza de atacante, armas, vehículos, etc, y posteriormente se le agrega la fuerza de los jugadores que estén alrededor y que quieran apoyarle en el ataque, para lo cual se abre una ronda de apoyos/defensas. Finalmente, si el ataque es victorioso, se sustituye la figura del jugador atacado por una figura del atacante, que además se queda con los recursos que aún quedaran en la región.

Cabe destacar que una curiosidad importante del juego es que algunas de las fases citadas del juego sólo se llevan a cabo si tras una tirada de dado se comprueba que se ejecuta. Estas son las fases dinámicas, y son: producción, comercio y transporte. Como la tirada del dado afecta a todos los jugadores por igual, no es un elemento excesivamente azaroso en el juego. Sí gracioso, por contra.

La sencillez de reglas y lo directo de su premisa (prepararse para las hostias de la fase central) lo convierten en mi opinión en un juego muy acertado y divertido. Sin las complicaciones típicas de reglas liosas y llenas de excepciones que pueblan otros juegos de combate, consigue que la partida se centre en lo importante, que es la diplomacia y la política. Algunos lo definían como un Juego de Tronos en sencillo. Y me gustó esa calificación. Aunque siempre habrá quien diga que para jugar a algo más sencillo y simple, mejor jugar al otro juego. Pero yo creo que son lo bastante diferentes como para que unas veces apetezca meterse en el freago de un Juego de Tronos y otras veces dedicarse a combatir rápidamente sin tanto azar ni complicación, generando las mismas sensaciones diplomáticas que su hermano mayor. Por internet leí que la gente lo comparaba con Catan, diciendo al respecto que era un Catan con combate. Puede ser peligroso compararlo con ese juego, porque puede hacer huir a mucha gente sin darle una oportunidad al juego, pero merece la pena comentarlo. A mí no me pareció que se asemejaran en nada, pero sí puede que a más de uno se lo parezca. Espero que esa semejanza se le antoje a la gente TRAS jugarlo, y no ANTES.

En definitiva, una pequeña joya que yo considero interesante y que merece ser mucho más jugado de lo que actualmente es. Lo seguiremos probando.





4 comentarios:

  1. A mí Kemet... reguleras. Realmente me gustó, sin apasionarme. Lo vendí, porque en mi grupo no apasionó y vi q no iba a darle nada de mesa.
    ¿Coincidiremos totalmente en gusto alguna vez hacia algún juego? xD

    Saludos!

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    1. El Sumeria nos gustó a ambos, ¿no?

      Ambos somos de juegos raros, en algunos coincidiremos...

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  2. Pues no he probado ninguno... XD

    De los que comentas los que más me intrigan son el Gearworld y el Kemet, pero la verdad es que están pasando bastante desapercibido por los círculos jugones... Habrá que darles un tiento a ver qué tal :)

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    1. Lo de que pasen desapercibidos siendo buenos juegos y relativamente originales, es precisamente de lo que me quejo a veces. Demasiado bombo para euros refritos y que dan las mismas sensaciones, y después se menosprecia a juegos diferentes y que aportan algo fresco. Al menos, así lo veo yo.

      Por cierto, me he quedado pillado al comprobar que te gusta el Cosmic Encounter... Jajajaj, no se puede ser perfecto ;)

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