lunes, 25 de abril de 2011

Estrenos relevantes en los últimos tiempos (I)

A pesar de las pocas oportunidades que El Hombre que Ríe Project ha tenido de estrenar cosas nuevas de su propia cosecha, alguna que otra novedad (tanto antigua como actual) nos hemos podido llevar a la boca en las últimas semanas de sequía actualizadora (del blog, se entiende). Las cosicas más o menos acertadas que hemos podido degustar han sido:


Hacía tanto tiempo que lo estrené que apenas me acordaba de sus mecánicas, y una fría noche de invierno decidí sacarlo con la robopilingui. La otra vez lo había jugado con otras 7 personas, y el resultado fue bastante heterogéneo. Pocas veces recuerdo haberme reído tanto con un juego, pero creo que era más por el genturrio que nos hallábamos allí reunidos que por la genialidad del juego en sí. Recuerdo que había un muchacho que se tomó tan en serio la partida que la estaba echando a perder, porque nosotros emborrachábamos a más no poder a los gnomos para tener más opciones de éxito en las tiradas, sin tener en cuenta las consecuencias (muerte en pleno incendio por desmayo, etc), mientras él se quejaba de que teníamos que pensar más las jugadas pues sino perderíamos. Estuve tentado un par de veces de decirle que se trataba de lo que estabábamos haciendo: reirnos sin parar, pero tardó en ser consciente de la real relevancia del juego. En la partida que eché con mi novia, cogimos cada uno dos gnomos para tener más opciones. Para el que no conozca el juego, se trata de un pequeño rompecabezas cooperativo en el que los jugadores han de ponerse de acuerdo en el modo y orden en el que arreglar las cosas que se van rompiendo en un minisubmarino gnómico tripulado por borrachos y perezosos humanoides con Dios sabe qué destino. La idea es que el juego sea lo más caótico posible y por ello incluye tiradas de dados que determinan (junto con los modificadores pertinentes) el éxito o fracaso de las reparaciones y demás acciones posibles. Ese pequeño caos que introduce se supone que es lo divertido y espontáneo, porque no sabes nunca hasta qué grado se va a joder el aparato sin que te dé tiempo apenas de coordinarte con los demás para recuperar los sistemas y conseguir que llegue el rescate en los 60 minutos virtuales que dura la partida. La verdad es que esta segunda partida fue un poco más sosa y extraña, porque fue demasiado fácil mantener el submarino entero. No sé si es que todas las tiradas nos salieron buenas o si no estábamos lo suficientemente borrachos como para ver el real sentido del juego (nosotros, no los gnomos). El caso es que me resultó bastante infumable y aburrido, y por tanto no lo puedo recomendar. Quizá sí funcione siempre con grupos grandes y alocados (como mi anterior grupo de juego), y convenientemente advertidos de la naturaleza del juego. Y no me refiero a que por ser cooperativo sea aburrido (porque no veas las acaloradas discusiones, las coacciones y los intentos de dominar la manada que teníamos todos a raíz de esa mecánica de cooperación a la que obliga el juego), sino a que algo falla en el mismo y no llego a saber el qué. Pero lo más gracioso es que no me importa. Ya lo he ofrecido en la MathTrade pendiente y espero poder librarme de él y conseguir algo que sea más jugable en mis actuales circunstancias. A ver si hay suerte y se va bien lejos...




Este juego me lo enseñaron los chicos de Jugamos Tod@s, y la verdad es que prometía bastante. Lo conseguí muy barato en una oferta que pillé por ahí, y lo tenía en casa precintadito cuando surgió la oportunidad de jugarlo en la sede de la Asociación. Lo ha diseñado el Konieczka ese, diseñador fetiche de los de FFG, tan temático como él solo, que también ha parido el Runewars, Starcraft, Battlestar Galactica, Mansions of Madness y algún otro, bien cargados todos ellos de plásticos y carticas ambientales. Tenía puestas muchas esperanzas en el jueguillo, pero la verdad es que me decepcionó bastante. No sabría decir por qué exactamente, pero algo no funcionaba entre esas mecánicas y yo. Quizá tuviera que ver el macro-efecto líder que se produjo en la partida (es un juego cooperativo), aunque espero que no se deba a ello, ya que la culpa de eso principalmente era que no nos sabíamos las reglas ninguno, salvo el que lo explicó, y había detalles y tácticas que algunos no veíamos y de ahí la supervisión esa tan odiada por tantos jugones alrededor de este viejo mundo. De todas maneras, la temática tampoco ayudaba, porque me pillaron totalmente de sorpresa esos personajes warhammeros tan retrofuturistas y religiosos, a lo que yo no estaba acostumbrado (y por lo que mi virginal intelecto lúdico sufrió una barbaridad). Pero de todos modos, lo que más frío me dejó fueron sus mecánicas, que personalmente se me antojaron poco interesantes. Aunque reconozco que eran




originales, no me divirtieron mucho. Supongo que en el fondo soy más de mover cubitos que de pegar tiros a los aliens, porque la verdad es que no hay temático que no me decepcione. Se está convirtiendo en un hecho consumado... De todas maneras, me parece enteramente recomendable para los que disfruten con los temáticos y que no le hagan ascos a los cooperativos (tema este bastante candente estos días en la BSK, jejeje, lo que aprende uno leyendo sus hilos).


Había oído hablar tan bien de este juego durante tanto tiempo que tenía realmente ganas de que alguien me lo plantara delante de las narices algún día. Y ese día llegó una templada noche de miércoles en casa de Oca. Lo propuse yo (de entre todo lo que allí amontonados había) y nos pusimos a ellos en seguida. La verdad es que el jueguillo no está nada mal y tiene su gracia. Es un Kniziano puro (lo cual quiere decir: abstracto, matemático, con algo de azar, de temática oriental -que vende mucho-, etc), y aunque quizá haya envejecido un poco mal debido a que tiene unos añitos, me resultó una grata experiencia, sumado también a la agradable compañía, los trozos de pizza caliente y lo risueña de la velada. Lo que saqué más en claro de aquella partida fue eliminar la idea de fabricármelo, pues, entre otras cosas, suele estar en bastantes ludotecas, y si quiero volver a jugarlo, ya lo sacará alguien. El juego (en cuanto a mecánicas) incluye mayorías en un tablero dividido en regiones en las que hay que construir palacios ayudándose de cartas que permiten (mediante el faroleo y la suerte) conseguir privilegios de siembra. No está mal el juego. Recomendable para los que no se hayan decepcionado frecuentemente con la obra de este señor alemán al que no paran de llamar doctor no sé por qué... (como si no pudiera ser doctor en lo que sea un gachó que se dedica en sus ratos libres a diseñar prototipos, leñe).


Supuesta mejora del bienamado Dominion, quizá el primero en copiar su mecánica (porque este vino después, ¿no?), y que fue seguido por una larga lista de juegos de construcción del mazo que vete tú a saber si superan al citado precursor o no (espero averiguarlo en Mollina gracias a Gurney). La verdad es que no me desagradó, pues incluía una mecánica algo novedosa de caza de bichos (un xenoformo de esos, ¿no, Burke?, jeje), y no me costó nada aprender los detalles, por lo que la partida fue para mí fluída y hasta divertida (creo que gané y todo). Sin embargo, ni borracho me lo compraría, porque para esto adquiero una expansión del Dominion (de las cuales por cierto no tengo ni una aún). Aunque en este juego reconozco que lo que falla en mí es la temática, pues no me atrae especialmente ni los dungeons, ni los monstruos, ni las espadas ni esos rollos mediavales fantasiosos que venden tanto (me atrae quizá más los rollos mediavales realistas: los referentes a la civilización, a la construcción, la gestión de recursos, etc, pero creo que no al aspecto fantasioso de esa era). De este modo, como otro filler caro y escaso de profundidad que es, no lo recomiendo si ya tenéis bastante con el padre que creó todo esta nueva vertiente de juegos de cartas.




Curioso jueguillo, familiar y desenfadado, con una familiar mecánica rayana en lo quema-cerebelos que me recordaba mientras lo jugaba, no sé por qué, al Carolus Magnus. Tiene bastante puteo y da mucho que pensar, y como depende de tiradas de dados, las risas están aseguradas. No me lo compraré, pero si me ofrecen jugarlo no diré que no a otra partida, porque tiene su rejugabilidad el maldito...


Este es de los pocos jueguitos del Faidutti que me faltaban por jugar. Tenía muchas ganas de probarlo y a punto estuve de comprarlo en Bookdepository a muy buen precio. Menos mal que no lo compré. El juego, como muchos habían afirmado ya, es un Catán en el espacio, con algunas mecánicas diferentes al original que bajo mi punto de vista lo mejoran un poco... pero no lo suficiente. Este también lo probé en la Asociación cordobesa, a petición mía, y Jesús nos lo explicó amablemente. La verdad es que me lo pasé bien, pero de nuevo fue más por la compañía y por las risas que por el juego en sí. Lo más relevante del mismo es que vas conquistando planetas (distribuídos a lo largo de la mesa) y cada uno de ellos te da un tipo de recurso que recopilas ejecutando la acción adecuada. Estas acciones se van colocando bocaabajo por parte de todos los jugadores, en diferentes localizaciones de un tablero aparte y se van resolviendo por orden, de tal modo que puede que cosas que querías hacer ya no puedas porque otro con su acción te ha jodido tu status quo. Esta gracioso hasta cierto punto, porque eso de las acciones ocultas (que yo descubrí en el Shogun, aunque no sé si fue el primero que lo sacó, supongo que no) siempre le da vidilla a un juego, introduciendo ese pequeño factor caos que todos necesitamos para sentir que la cosa está viva. Lo volvería a jugar, para reafirmarme en mis sensaciones o para mejorar mi opinión al respecto. Pero por el momento no lo recomiendo. Hay bastantes mejores juegos que este, y mucho más originales. Me dio similar sensación que al leerme las reglas del Mars. Siempre ando buscando juegos de temática espacial o futurista (por ser una ambientación/tema que me atrae bastante, debido a mi fanatismo por la CF), pero éste al leerme las reglas me decepcionó mucho porque era netamente un Catán en Marte. Y para eso ya tenemos el Catán...


7) Torres:
Tenía muchas ganas de probar este y también lo propuse en otra visita que hice a la asociación un viernes que estaba aburrido esperando a que la robopilingui terminara de estudiar para irnos a la calle. Del Kramer este sólo había jugado a dos juegos, uno de ellos el Tikal, que me gustó bastante debido a sus mecánicas tan sencillas y sesudas, que tenían todo aquello que me gusta en un juego intermedio: sencillo de reglas, profundo de estrategia. Pues el Torres no fue menos, sólo que se parecía tanto a lo de tener un conjunto de puntos de acción y tener que hacer acciones con ellos hasta que se te acabaran que me recordó demasiado al Tikal (posterior y más refinado, se ve), y no me causó (sin desagradarme) una tan buena impresión. Aunque se deja jugar, y no es desagradable... El otro juego que he probado de este señor es el Grande, pepino de mayorías al que he de jugar más, pues su para nada sutil puteo me atrae como la miel a las moscas...




Bonito juego, de un tal Thomas Odenhoven, pintado por el famoso Michael Menzel (sí, el de Stone Age, Un Mundo sin Fin, etc), sencillito, de mayorías, con un tema bien integrado (según becaud). Se trata de plantar en tu turno una serie de puestos de mercado en diferentes zonas de un barrio comercial y conseguir con eso mayorías que se resuelven cuando una plaza concreta se llena. La verdad es que es graciosete y muy visual, quizá un poco sencillote en la primera partida y falto de emociones fuertes tal y como un jugón de pellejo duro requeriría. Pero me da la impresión de que tiene más profundidad de la que aparenta y que sólo se puede apreciar esto en posteriores partidas. Lo malo es que hay tantos juegos, potencialmente mejores muchos de ellos, que lo difícil es darle más oportunidades, y quizá por eso ha pasado un poco desapercibido, creo yo. Una pena, porque bonito es, incluso para colgarlo en la pared del salón, jeje.

Y eso es todo por hoy, señores. Mañana más, si me da tiempo (que he de leerme el High Frontier y el 51st State para lo de Mollina, y no me va a dar tiempo, ¡¡arggghhhh!!).

2 comentarios:

  1. Leches, pero si te ha cundío bastante so pillín! De los que comentas me apasiona el Torres. No he probado aun el Tikal, así que no los puedo comparar, pero ya hoy Torres me parece uno de los mejores juegos medio-pesado abstractos que se han parío. Además me flipa lo bonito que queda desplegao en mesa, sobretó la edición FX/Ravensburger! (aunq pa gustos colores con las dos ediciones que hay)
    El Portobello tb lo tengo, y como dices, es un juego muy simpaticón, y jodidamente bonito. Lo juego de vez en cuando con mis cuñaos y nos dura 25 min, además que le metemos una regla casera con la que se quita algo de perreo para darle más chicha por otro lao.

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  2. Cuando te sea posible, prueba el Tikal, pues creo que mejora un poco el nivel de ambientación del Torres, y es tan sencillo y profundo a la vez como este. Al Torres quizá le deba dar más oportunidades para elevar mi nivel de satisfacción con él. Nunca se sabe, porque a veces una primera partida te decepciona un poco y le echas la pata a un juego y no hay manera de volver a jugarlo para mejorar o confirmar tu opinión.

    Saludos.

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